Para pocos sigue siendo un secreto que la guerra en Irak, encabezada por Estados Unidos, mantuvo principalmente, o al menos en forma complementaria, monumentales intereses económicos más allá del torpe discurso con que fue justificada en torno a la guerra contra el terrorismo y la cacería de Sadamm Hussein. Sin embargo, aún considerando lo anterior, no deja de sorprender una nueva noticia que confirma el turbio y patético legado de esta acción militar: la misteriosa desaparición de seis mil millones de dólares.
Tras derrocar al regimen anterior los estadounidenses, seguramente de acuerdo a una estrategia de negocios bien definida, se dedicaron a enviar toneladas, literalmente, de dólares a Irak para orquestar una supuesta reconstrucción de este nación devastada en buena medida por su arbitraria intervención militar. El envío de dinero fue de tal volumen que incluso se instauró una nueva “unidad” para medir las cantidades enviadas: el gigantesco avión de carga modelo C-130 Hercules, al cual probadamente le cabían $2,400 cargo millones de dólares en ajustados paquetes de billetes de cien. Y se calcula que en 2004 se trasladaron más de $12,000 mdd de Estados Unidos a Irak.
Lo anterior nos permite dimensionar la cantidad de dinero que se estaba moviendo en torno a esta épica y honesta intervención del gobierno estadounidense. Y siete años después, este mes el pentágono terminó una auditoría realizada a esa operación financiera y confirmó la desaparición de los seis mil millones. Obviamente la interrogante fundamental es ¿Dónde esta esa exorbitante cantidad de dinero? pero más allá del paradero de esta suma, desde otra perspectiva este suceso confirma que la movida estadounidense para intervenir Irak fue una especie de caótica orgía en torno a intereses económicos de dimensiones difícilmente imaginables.
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